La música nos identifica. Es una forma de vida que no elegimos. Simplemente nacimos para amar la música, para explorarla, conocerla mejor… para disfrutarla....
Pete Vicentini no tuvo el éxito arrollador de Fruko, Joe Arroyo o el Grupo Niche - comercialmente hablando - pero ganó con sobrados méritos respeto y admiración por su larga trayectoria...
Hijo de tigre sale pintado reza el adagio popular y en el caso de los Sarmiento aplica a la perfección. Blas Sarmiento Marimón heredó su vocación y talento musical de su padre...
José Fernando Madrid Merlano es un nombre desconocido incluso para algunos que se autodenominan melómanos consagrados. Si mencionamos a Joe Madrid, quizás entendamos de quién se trata, pero aun así continúa siendo un artista prácticamente cubierto por el ingrato manto del anonimato. Este es el precio que suelen pagar los genios que concentraron gran parte de su vida artística fuera de su terruño y que se atrevieron a traspasar las fronteras en busca de grandes cosas.
En las polvorientas memorias de la historia de la música caribeña nacional existen nombres que se llegaron a convertir en símbolos, sinónimos, fieles reflejos de fenómenos socioculturales.
La historia de nuestra música tropical es tan rica como la de Cuba. No exagero. La cantidad y calidad de artistas que de una u otra forma contribuyeron a que se escribieran páginas gloriosas de nuestro cancionero caribeño es tan amplia que se necesitaría un tratado completo para abordar su estudio en toda su extensión. El texto literario “Sin clave y bongó no hay son”, del escritor e investigador paisa Fabio Betancur Álvarez, da cuenta de las confluencias musicales entre Colombia y la isla de Fidel, interesantes intercambios culturales que pocos conocen y que vale la pena repasar para empezar a conocer y reconocer la importancia que ha representado el folclore nacional en el desarrollo histórico de la música cubana y de otras latitudes como Perú y México.
Lo recuerdo claramente. La fecha, 29 de junio de 1993, horas de la tarde. El sitio, barrio Country Sur de Bogotá. Recibí una llamada de mi amigo Óscar Leonardo Castro. Estaba llorando y se notaba que había bebido. Lo primero que me imaginé fue una noticia trágica de alguno de sus padres. No me quiso decir nada, solo que me esperaba en el almacén de muebles de su papá, sobre la décima con 33 sur, a tres cuadras de la casa donde yo vivía. Leo se había convertido en mi mejor amigo y por consiguiente sentía gran aprecio por toda su familia. La incertidumbre era total.
Los coleccionistas son seres egoístas que no entienden por qué los demás no comprenden su pasión por la música; “¿Por qué no son tan apasionados como yo?”, inquieren; y es que no solo sienten la música, la letra de las canciones o tonada y el ritmo, sino que disfrutan llenar los vacíos reales o virtuales de los espacios destinados a los discos, portadas, letras y partituras que los llevan a colmar su gozo secreto. De hecho, todos los días despiertan con la ilusión de encontrar la pieza que encaje en su delirante juego de rompecabezas.
Los amantes de la buena salsa generalmente nos aferramos a lo clásico. Es una apuesta que no tiene pierde. La cita “todo tiempo pasado fue mejor” aplica perfectamente dentro del contexto de la música afrocaribeña.
Puerto Rico, Latinoamérica y el mundo de la salsa están de fiesta. Hoy es un día muy especial para Yauco y Ponce, ciudades que vieron nacer y crecer, respectivamente, al fundador de una de las orquestas más emblemáticas y queridas de Borinquen: el maestro Enrique Lucca Caraballo, don Quique, como es conocido popularmente. Y no se trata de una celebración cualquiera: hablamos de sus 100 años de vida.
Generalmente, el término sonero se asocia con la imagen de cualquier vocalista famoso de son cubano o de salsa. Esto se debe, en gran parte, a las pretensiones comerciales de productores y promotores de artistas que emplean indiscriminadamente esta acepción por considerarla atractiva para el público.