Puerto Rico, Latinoamérica y el mundo de la salsa están de fiesta. Hoy es un día muy especial para Yauco y Ponce, ciudades que vieron nacer y crecer, respectivamente, al fundador de una de las orquestas más emblemáticas y queridas de Borinquen: el maestro Enrique Lucca Caraballo, don Quique, como es conocido popularmente. Y no se trata de una celebración cualquiera: hablamos de sus 100 años de vida.
A don Quique le debemos la existencia de la Sonora Ponceña, agrupación que fundó oficialmente en 1954 y que serviría como inicio de la extraordinaria carrera artística de su hijo, el fenomenal pianista Enrique Arsenio “Papo” Lucca Quiñones, acaso uno de los más virtuosos teclistas de la isla del encanto junto a Noro Morales, los hermanos Palmieri y Richie Ray, quien desde niño acompaña a su padre como pianista, arreglista y director musical de la banda que hace casi 6 décadas hace gozar al mundo entero.
Aunque nacido en Yauco, don Quique llegó a Ponce cuando apenas contaba 16 años de edad, donde ofició de conductor y serenatero nocturno para ayudar a solventar los gastos del hogar que abandonó su padre, antes de iniciarse de lleno en el mundo de la música. La historia dice que en 1944 don Quique fundó la Orquesta Internacional y que en vista de su poco éxito la disolvió, apareciendo en escena diez años después con la Sonora Ponceña, agrupación que con el tiempo se convertiría en ícono de la buena salsa y en toda una institución musical de Puerto Rico que 58 años más tarde aun continúa vigente.
Sobre la Ponceña, debo decir que fue la principal responsable de que mi amor por la salsa se afianzara, cuando apenas era un adolescente que salía de la provincia. El cambio de ciudad, de ambiente, de cultura, me permitió olvidar el monorrítmico y aburrido “chucuchucu” de pueblo de Pastor López, La Sonora Dinamita y Nelson Enríquez por el sabroso golpe afrocaribeño. Villavicencio fue mi escala inicial en ese viaje de conocimiento y profunda admiración que siempre ha despertado en mí la banda sureña. Allí escuché por primera vez “Fuego en el 23”, “Hacheros Pa’ un Palo” y la canción que 25 años después de haberla descubierto sigue siendo mi consentida de su extenso repertorio: “Yambeque”.
Un par de años más tarde, cuando a los 17 llegué a estudiar a Bogotá, comenzó mi afición por la compra de acetatos e inicié mi colección de la Ponceña, hábito que pronto llegó a convertirse en una incontrolable compulsión cuando visitaba las casetas de la calle 19 o el centro comercial Omni 19. Musiteca y Beatles Abbey Road se convirtieron en mis proveedores de vinilos. Atrás quedaban los pocos compilados que se conseguían en villavo y ahora tenía a mi disposición prácticamente toda la colección de la Ponceña, y en las pastas que quisiera: venezolana, nacional, americana.
Los diseños de las carátulas de la Ponceña son un valor agregado de sus producciones. Las fabulosas creaciones de Ron Levine, evocando guerreros, caballeros y batallas épicas, le imprimen más encanto a los discos. El tiempo continuará su marcha pero en nuestra memoria seguiremos conservando aquellas hermosas imágenes: Quijote con guitarra y maraca (Sonora Ponceña, 1972); Cabalgando sobre teclado (Conquista Musical, 1976); Caballero gigante (El Gigante del Sur, 1977); Don Quique, Papo y Celia Cruz ante una Ceiba (La Ceiba y la Siguaraya, 1979); Pegaso y jinete surcando un perfecto cielo azul (Night Raider, 1981); guerrero futurista disparando arma láser (Future, 1984); lucha contra dragón (Back to work, 1987); arquero medieval (On target, 1998); y más recientemente, el autobús aéreo que retorna con los guerreros (Back to the Road, 2004). Aun no entiendo qué pasó con el diseño de arte del álbum Birthday Party (1993), cuya carátula más parece una ilustración decembrina de los 14 Cañonazos Bailables de Discos Fuentes. Fatal. Afortunadamente, al escuchar “El Rincón Caliente”, resultó fácil olvidar y perdonar esa “descachada”.
Durante estos 58 años (en febrero son 59), sus cantantes de turno contribuyeron a consolidar un estilo que se ha conservado pese a las inevitables variaciones en su sonido, consecuencia lógica del cambio de algunos de los músicos, avances tecnológicos, empleo de nuevos teclados y evolución hacia ritmos y nuevas sonoridades como el latin jazz.
Voy a tomarme el atrevimiento de sugerir tres periodos de transición de la banda: El Clásico, que abarca desde su nacimiento, 1954, hasta 1979, con la publicación de La Ceiba y la Siguaraya, con todo y Celia Cruz a bordo. Sus inicios comprenden tres producciones musicales grabadas en 78 R.P.M. desconocidas por muchos. En las dos primeras canta la considerada voz inicial de la orquesta, Charlie Martínez, y en el tercero, que grabó para acompañar a los legendarios boleristas boricuas Felipe y Davilita, hace su estreno un Papo Lucca de 12 años que sorprende a propios y extraños con su talento e infinito potencial. Desde ese día, el hijo de don Quique se adueñó del teclado. Igualmente se destaca la grabación del primer LP, Hacheros Pa’ un Palo (1968), con las voces históricas de Luigi Texidor y Tito Gómez. Yolandita Rivera y Miguelito Ortiz aparecen en esta fase.
El Contemporáneo, que ubico entre los álbumes New Heights (1980) y On The Right Track (1988), es mi preferido. Es el más breve en tiempo pero extraordinariamente rico en creaciones memorables. Aquí vieron la luz grabaciones como Unchained Force (1980), Night Raider (1981), Determination (1982) y Jubilee (1986). Toñito Ledee es rey indiscutible, Yolandita Rivera y Miguelito Ortiz se consagran, y aparecen en escena “Mannix” Martínez, Héctor “Pichie” Pérez, Edwin Rosas y Danny Dávila.
El periodo Moderno lo estrena Luisito Carrión en el álbum In to the 90’s (1990) donde inmortaliza “Yaré”, y abarca hasta la más reciente producción, Trayectoria + Consistencia = Sonora Ponceña (2010), la cual contiene una canción que creó alboroto por un supuesto cruce de puyazos con El Gran Combo de Puerto Rico, “El Comején”, que antes había grabado “El Menú” en Sin Salsa No Hay Paraíso. Cierto o no, las letras de las canciones son muy dicientes y directas. Los directores de las orquestas han negado tal confrontación pero de todos modos queda la duda. Este tercer periodo no es tan rico como los anteriores. Héctor Pichie Pérez se posiciona como líder vocal y llegan Leo Figueroa, Wito Colón y Dárvel García. La piratería, internet y el reguetón empiezan a pasar factura al mercado de la salsa, lo que quizás limitó un poco la creatividad de un Papo acostumbrado a hacer buena música y no música solo para vender. Se destacan producciones como Birthday Party de 1993 (con una fabulosa versión del clásico “Rincón Caliente” de Arsenio Rodríguez), Guerreando (1992) con la interpretación que hace Pichie y Danny de “Trabajando”, y On Target (1998), con tracks como “Fea” y “Congo Carabalí”. Se celebran los 45, 50 y 55 años de la agrupación con invitados de lujo como Andy Montañez, Ismael Miranda, José Alberto “El Canario”, Cano Estremera, Johnny Pacheco, Gerardo Hernández y Lenny Prieto. Dichas grabaciones en vivo salen al mercado en CD y DVD.
La banda alcanzó el privilegiado lugar que ocupa en la historia gracias a la calidad de sus cantantes. Pocas agrupaciones se pueden dar el lujo de haber tenido en su nómina a auténticas leyendas de Puerto Rico que a punta de talento, virtuosismo y carisma se ganaron el corazón de sus seguidores: Tito Gómez, quien en Colombia y otros países fue más conocido por lo que hizo con el Grupo Niche. Dueño de un timbre de voz único y una versatilidad envidiable para interpretar por igual guaguancós y boleros. De su repertorio destaco los rumberísimos “Prende el fogón” y “Tumba la caña jibarito”, y los románticos “Nobleza” y “Paño de lágrimas”; Luis Guillermo “Luigi Texidor”, el hombre de Santa Isabel, el percusionista y cantante empírico, el considerado por muchos como más grande de la Ponceña. De Luigi es difícil destacar canciones porque todo lo que hizo fue magistral, pero indiscutiblemente creó referentes obligatorios como “Fuego en el 23”, “La pobreza y yo” y “Boranda”; Yolandita Rivera, la mulata de tremenda voz que interpretó “Borinquen”, hermosa declaración de amor a su terruño, canción que se convirtió en himno de Puerto Rico. Además, cómo olvidar “Ahora sí”, “La orquesta de mi tierra”, “Rumba en el patio” o “Madrugando”, entre otras joyas; Miguelito Ortiz, estilo elegante y voz prodigiosa tristemente extinguida por la diabetes pero que permanece intacta en nuestra memoria gracias a números como “Ahora yo me rio”, “Timbalero”, “Ramona”, la versión salsera de “La pollera colorá” y “Si la ven”; Toñito Ledee, el cantante que se ganó el cariño y la admiración del gran público latino y que se fue trágicamente cuando pasaba por el mejor momento de su carrera artística. Como dice la canción, pasarán más de mil años, muchos más, y canciones como “Yambeque”, “Mi lindo Yambú”, “Remembranzas”, “Umi Layé”, “Soledad” (junto a Lusito y Yolandita), “Date cuenta”, “Herida cerrada en falso”, la segunda versión de “Fuego en el 23”, “El amor” y “Como te quise yo”, seguirán evocando uno de los mejores capítulos en la historia de la orquesta sureña; Celia Cruz, aunque solo hizo un álbum con la Ponceña y en calidad de artista invitada (La Ceiba y la Siguaraya), dejó huella con “Fina estampa”, “Soy antillana” y “Sonaremos el tambó”; y Héctor “Pichie” Pérez, ex vocalista de La Primerísima de Tommy Olivencia que con honores y suficiencia supo responder al gran reto que enfrentó la Ponceña: llenar el inmenso vacío que representó la sorpresiva muerte de Toñito Ledee. Pichie se convirtió en líder vocal indiscutido durante los últimos 24 años. Canciones como “Te vas de mí”, “Jubileo 30”, “El soñador”, “Franqueza cruel” y “La rumba soy yo” lo dicen todo. De igual manera, y no menos importantes, Luisito Carrión, ex integrante de la orquestas de Julio Gunda Merced y su Salsa Fever, Bobby Valentín y Don Perignon (Yaré, Cómo cambian las cosas, A comer lechón); Daniel Danny Dávila (Percusión, Abanecue, Busco en sueños, Layé Layé, El rincón caliente, nueva versión de Como Mango, Te lo buscaste, Lejanía); Manuel Mannix Martínez, encargado de la línea romántica (Canción, Sigo pensando en ti, Tengo, Date Prisa, Causas y azares); Edwin “Caneca” Rosas, corista, segunda y tercera voz, y percusión menor desde hace más de 30 años (Los zapatos de mi viejo); Leo Figueroa (No vale la pena, Para eso es la amistad), y las dos más recientes incorporaciones, Fernando Wito Colón (versión en vivo de Vas por ahí) y Dárvel García (Dónde estará).
Sería injusto no reconocer el aporte de los músicos que durante estos casi 59 años contribuyeron a posicionarla como la más grande de Borinquen: los timbaleros Edgardo Morales (ex Gran Combo), Jessie Colón y Japhet Rodríguez; los bajistas Antonio “Tato” Santaella, Efraín Hernández, Georgie Cuevas, José “Joe” Santiago, Juan Guillermo Andújar y Alexánder “Cano” Rosa; los bongoseros Francisco Alvarado, Mike Ortiz, Ángel Hernández, Jorge Miranda y Domingo “Tito” Gutiérrez; los congueros Félix “Ñan” Torres, Johnny Rivero “Pequeño Johhny”, George Padilla y Wilfredo “Wilito” López; el tresista Nelson González; y los trompetistas Carmelo Rivera, José Rodríguez, Ramón Rodríguez “El Cordobés”, Delfín Pérez “El del Café”, Alfredo del Valle “Freddie”, Ángelo Vélez “Pocholo”, Luis R. Castro, Humberto Godineaux, Heriberto Santiago “Ayatolah”, José “Kako” Madera, Ricky Zayas, Jorge “Ito” Torres, Ángel Rodríguez y Gustavo López.
Hay mucho mérito en lo que hasta el momento ha logrado la Ponceña, especialmente por haber superado críticas coyunturas, como por ejemplo, el hecho de que la venta de discos haya dejado de ser el principal soporte financiero de los artistas; el auge de otros géneros musicales como el reguetón (que pasó de ser una simple moda a convertirse en todo un fenómeno socio-cultural) que ha desplazado en gran medida la tradición salsera en el mismo Puerto Rico y otros países latinoamericanos con tradición netamente caribeña, así como la electrónica, el pop, el rock y otros sonidos anglo; haber conservado siempre su identidad boricua, no haberse dejado tentar por el “sueño americano” (en el que sucumbieron figuras como Héctor Lavoe y Chamaco Ramírez) y no haber abandonado la isla. Siempre se han sentido orgullosos de su tierra y nunca se han cansado de demostrarlo; No caer en la trampa del facilismo comercial. Si bien Papo se ha visto abocado a estar acorde con los requerimientos del nuevo mercado latino, jamás he permitido que el estilo de la Ponceña se prostituya para vender. Lo romántico es válido, siempre y cuando contenga buenos arreglos y el virtuosismo de los músicos esté por encima de letras y mensajes cursis. En la canción “Caprichosa”, la banda demuestra cómo hacer salsa “romántica” pero sin perder su identidad: equilibrio perfecto entre lo clásico y lo moderno.
Estoy a la espera de ver nuevamente a la banda de mis amores porque la primera y única vez que tuve la oportunidad de disfrutarla fue en el marco del Festival de la Cerveza, en Bogotá, hace ya 22 años, cuando acababa de cumplir la mayoría de edad y hasta ahora empezaba a conocer su majestuosidad.
Don Quique inició la senda y el maestro Papo tomó la batuta para posicionar a la Sonora Ponceña como miembro del hall de la fama salsera, y lograr lo más difícil: mantenerla vigente, con el estilo de siempre, conservando algunos de sus músicos y cantantes, y desafiando las demandas de un mercado que cada vez se vuelca más hacia sonidos estridentes, carentes de virtuosismo, lineales y sin creatividad.
Hay una poderosa razón para celebrar porque pocos cumplen 100 años de vida, aunque el maestro Papo se había adelantado a la fiesta regalándole a su padre su versión de “Los Zapatos de Mi viejo”, como muestra de amor, agradecimiento y orgullo, además de abrebocas de la próxima producción de la filarmónica del sur. Y seguramente desde arriba Tito, Toñito, Luisito y Jessie Colón estarán felices compartiendo la misma dicha por tan magno acontecimiento.
Parafraseando a Luigi Texidor, es un siglo de vida y “más de 58 años llevándole un mensaje a los latinos”. Algo que difícilmente otro podrá igualar.
Gracias don Quique por habernos regalado tremenda banda, gracias por haber engendrado a Papo y gracias por haber escrito una de las páginas más gloriosas en la historia de la salsa.
Y por supuesto, ¡FELIZ CUMPLEAÑOS DON QUIQUE!, un fuerte abrazo desde Colombia y ojalá nos acompañe 100 años más.
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